martes, 13 de abril de 2010
Llevo una mujer
Llevo una mujer de hermosos ojos, sinceros, valientes, cargados de ternura. Miran como si no hubieran conocido el horror. Es apenas una sombra que se agita en el fondo de esos ojos que ahora me dicen que no la olvide, que no deje que triunfe el olvido. Y no es cualquier olvido. Es una maquinaria infecta de desmemoria, de mentiras y ponzoña, construida con pedazos semifuncionales del terror que se aferra a las instituciones del estado, por dentro y por fuera, y es alimentada por la cobardía y la miseria de los que tienen un poquito de poder. Funcionarios temblorosos que repiten que fue un robo, intentando cubrir los rastros de su propia inoperancia. Pero hay una mujer hermosa, de ojos sinceros y valientes que me mira y me dice que no me olvide. Y no me olvido. No puedo olvidarte, Silvia. No puedo.
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